12.10.11

Me revuelves el corazón cuando mascas el chicle con el lado derecho de tu boca, y cuando se te dilatan las pupilas, pff, ya ni te digo. Me gusta cómo bailan tus dedos sobre las teclas del ordenador, y también cómo miras a los bebés. No puedo evitar reírme cuando recuerdo que eres clavadito a Homer Simpsom, tanto física como mentalmente. Y qué le voy a hacer, joder. Si es que tienes a mi alma encandilá, que dices pin pon fuera y ya la camisa la perdí. No sabes lo difícil que es vivir así, enganchada a ti, colgando de tu sonrisa, pensando mil y una nuevas formas de besarte y peinándome el puñetero pelo para que pienses que tienes una novia decente. Pero, joder, qué bien sienta saber que como más te gusta mi pelo es recién despertada, junto a ti. Y qué bien suena ese para siempre que me soltaste hace dos años y que todavía sigue sonando su eco en mi corazón. Y lo bien que saben tus babas con las mías, a fresa y menta a la vez diría yo.
Y me encanta que vayamos por la calle queriéndonos y andando con el mismo pie y que la gente nos tenga una envidia tan asquerosamente maravillosa porque nunca podrán ser más felices que nosotros y que tú sonrías y me susurres "Ellas te miran porque estás más buena que el pan y ellos porque piensan que soy un capullo con suerte" y justamente después yo sufra alucinaciones post-raya de coca porque otra vez estoy sintiendo ese especial sabor fresa-menta en mis labios...

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